El verano en la región de Murcia se presenta movido para este verano en lo que respecta al tema hidrológico. Después de la victoria ZP vivimos en el año 2004 una primavera de lluvias insólita con más de 500 litros en la huchaca para aguantar los cultivos y para que los socialistas pudieran derogar el trasvase sin demasiada visceralidad ni presión por parte de los territorios afectados.
La cosa ahora está cambiando y se presenta de manera distinta. Llevamos un invierno bastante malo de lluvia — que no de nieves — y apenas se han registrado un poco más de la mitad de precipitaciones de lo que sería normal en toda la península. Todavía es pronto para hablar de sequía pues la situación debería mantenerse así durante un tiempo más prolongado y bien puede ocurrir que mayo y junio nos rediman de estos meses de marzo y abril en los que apenas ha llovido. Otra tabla de salvación sería gozar de un otoño magnífico, empezando a disfrutar ya en septiembre de las clásicas tormentas de finales de verano.
No obstante, lo que ahora se percibe es el fantasma de una inminente sequía que puede tensar aún más — si cabe — el panorama hídrico del sureste español. Es bastante sencillo azuzar a los regantes contra la administración de la cuenca cuando por las acequias no baja agua y en el cielo apenas se presenta una nube inocente. Evidentemente, ésta será la táctica escogida por el gobierno regional cuando empiecen a venir mal dadas. Y no sólo será fácil convencer a los regantes; los medios regionales afines al poder — esto es, todos — también promoverán una conciencia social de fatalidad y de abandono por parte de la administración del Estado. El pensamiento general será: ¿veis como era necesario el trasvase? Y esta pregunta se formulará a los cuatro vientos para dar razón a los que promovieron el faraónico proyecto y para quitársela a los que ahora vienen con faraónicas desaladoras.
Vivimos en una sociedad fácilmente maleable y poco informada. Vivimos de noticias que aparecen en los medios y que creemos inconexas, sin apenas relación, cuando en realidad son las mismas caras de una única realidad. Es algo así como si fueran islas de hielo que conforman un único iceberg cuya parte común está sumergida muy por debajo del nivel de comprensión colectivo.
«La cosa está cruda en muchos otros sitios.»
Digo esto, por ejemplo, porque además de padecer un régimen de lluvias patético en los últimos meses en Murcia, otro tanto está ocurriendo en el resto de zonas de España. Sin ir más lejos, en el Pirineo sólo ha llovido la mitad de lo que suele ser normal a la altura del año hidrológico en que nos encontramos. La cosa está cruda en muchos sitios y esto nos debería hacer reflexionar en que la táctica no puede ser siempre quererlo todo para todos, sino que habrá que redimensionar los usos, los consumos y la demanda. Existen límites a la voracidad y pueden haber otras salidas además del ya consabido y consagrado aumento de la oferta.
Y no sólo eso: hace unos días escuché una noticia en la radio que suele aparecer con bastante regularidad pero que la gente no suele darle mucha importancia, al menos así yo lo percibo. Resulta que tras las graves heladas de enero y febrero, los meses de marzo y abril han sido anormalmente cálidos y han permitido la recolección de cosechas ingentes de toda clase de hortalizas. Los agricultores temen que el precio de los productos descienda por debajo del coste de producción y han optado por eliminar gran parte de la producción (sic).
Uséase, que estamos con miedo por si nos quedamos sin agua para regar y al mismo tiempo también tenemos miedo por si cosechamos demasiado. Esto no hay quien lo entienda, sobre todo si tenemos en cuenta que la agricultura del sureste español se zampa ella solita más del 80 por ciento del agua que circula por las venas — ríos y acuíferos — de nuestra geología y de parte de la de más allá — léase, cuenca del Tajo.
Lo dicho, antes de que comience el rifirrafe político entre un PP demagógico y un PSOE acobardado y acomplejado — me refiero a los partidos en el ámbito autonómico — convendría empezar a tener claras algunas cosas sencillas. Por ejemplo, que no será necesaria tanta agua si luego las borregas del tío Paco se comen todas las lechugas que nadie quiso recoger.
Por cierto, menuda indigestión para las pobres con la cantidad de nitratos que llevan.