Presumiendo y perdonando

Días atrás ha sido anunciado como un gran logro el acuerdo alcanzado por el G8 para remitir la deuda externa de 18 países pertenecientes al HIPC, los heavily indebted poor countries, un grupo de países cuyas cargas suponen que la mayor parte de su esfuerzo presupuestario se destine al servicio de la deuda y no a su propio crecimiento.

Si los medios convencionales y los gobernantes calificaron de histórica esta remisión, los economistas implicados y comprometidos con la causa de los pobres han tachado esta decisión de fiasco. Si nos atenemos a las cifras, resulta que el monto de la deuda cancelada es de unos 40.000 millones de dólares, cantidad que se presume insignificante al lado de los 370.000 millones de dólares que todos los años desembolsan los países empobrecidos a sus deudores según datos del Banco Mundial.

Por otra parte, resulta que la condonación sólo involucra la deuda multilateral, i.e., la contraída con organismos financieros como el Banco Mundial o el Banco Africano de Desarrollo que representan a un grupo de países; pero en esta cancelación no se incluyen los préstamos otorgados por la banca privada siendo éstos los más costosos en cuanto a la satisfacción de su servicio.

«En definitiva, esta condonación es sólo un espejismo que no logra cauterizar la hemorragia de capitales.»

En definitiva, esta condonación es sólo un espejismo que no logra cauterizar la hemorragia de capitales que están sufriendo el conjunto de las naciones endeudadas, países que ya han satisfecho con creces el principal de la deuda que contrajeron inicialmente aunque no los sucesivos intereses suscritos tras la ampliación de los créditos.

Con independencia de si se les perdona tanto o cuanto, resulta conveniente dejar claro que la deuda externa es sólo un factor más que impide a estos países alcanzar un nivel de desarrollo digno. Otro punto importante son las corruptelas y la mala administración de los fondos prestados. Aún así, con diferencia, la mayor parte de especialistas coincide en que lo que aleja a estos países del desarrollo es la relación comercial asimétrica que continúa existiendo entre el centro del mundo — Estados Unidos y Europa — y las antiguas colonias.

Es bien conocida la situación perversa que sufre la agricultura de estos países empobrecidos que no pueden colocar su producción en el subvencionado y ultraprotegido sector primario de los países del centro. Hablar de libre comercio cuando la mayor parte del presupuesto de la UE se destina a desvirtuar los mercados agrarios es una ironía patética que estamos soportando durante demasiadas décadas.

«Hablar de libre comercio cuando la mayor parte del presupuesto de la UE se destina a desvirtuar los mercados agrarios es una ironía.»

Y no sólo están descompensados los flujos de las colonias al centro, sino también los inversos. Me refiero a la situación tristemente común en la que los países ricos obtienen de los pobres insumos tales como energía, materias primas, recursos naturales y fuerza de trabajo, todos ellos a precios irrisorios, casi de saldo, con total ausencia de controles y legislación. A continuación, tras procesar estos insumos la producción es colocada de nuevo en el origen de éstos, en las colonias. Pero ahora, eso sí, con precios multiplicados por elevados factores que dejan en mantillas, por ejemplo, el valor añadido que obtendrían los mismos productores si los insumos se hubieran pagado a su precio justo.

Desgraciadamente, la historia reciente nos proporciona múltiples ejemplos de estas barbaridades. El último de ellos está ocurriendo en Bolivia; se trata de un país muy rico en recursos naturales tales como el gas, siendo el segundo productor de Sudamérica después de Venezuela. La oligarquía que controla políticamente la nación es la única que se está beneficiando de las sucesivas privatizaciones y de las continuas ventas de patrimonio a multinacionales extranjeras entre las que se encuentran conocidas nuestras como Repsol y financieras como el BSCH. Mientras, los indígenas y los habitantes de las zonas más periféricas del país — las correspondientes a la Amazonia — ven con sorpresa como cada vez llegan más máquinas, más hombres de fuera para esquilmar ríos, selvas, subsuelos y patrimonios tan sutiles como el fitogenético.

«Desgraciadamente, la historia reciente nos proporciona múltiples ejemplos de estas barbaridades.»

Bolivia está entre el grupo de 18 países a los que se les ha perdonado la deuda externa. Por supuesto, este parche no será jamás suficiente si a cambio les exigimos que nos dejen entrar a saco en el país para robar y esquilmar y no permitimos que los propios habitantes desarrollen su potencial de manera natural y progresiva.

Desde luego, es más sencillo seguir quedándonos con sus riquezas y hacer como que luego les perdonamos la vida. Triste mundo de caníbales es éste en el que nos ha tocado estar removiendo el caldo de la olla.

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