Desde el especial punto de vista en el que nos encontramos, todo se está alejando. Este hecho ya fue alumbrado hace casi 100 años por Edwin Hubble midiendo el desplazamiento al rojo de las galaxias distantes.
Un examen más cuidadoso de la situación y nuestra humildad como seres diminutos ante la inmensidad nos lleva a que nuestra situación en el entramado de las cosas no tiene nada de especial. El corolario de esta afirmación es bien sencillo: todo tiende a alejarse de todo, al menos en este momento de la historia del tiempo que nos toca vivir.
El rango de esta ley física puede ampliarse al complejo universo de todo cuanto nos rodea, afecta e influye: plantas, amigos, novios, familia y cuerpos. Todo, absolutamente todo, tiende a alejarse en recuerdos cada vez más desfigurados menos definidos que viran — imperceptible, pero inexorablemente — al rojo. Y este ir tiñéndose hacia colores menos energéticos es todavía mayor cuanto más lejos en el tiempo se hallan las imágenes que atesoramos y que infructuosamente tratamos de preservar.
«Todo, absolutamente todo, tiende a alejarse.»
Tras la severa constatación de esta cruda realidad podemos llorar, rabiar, gemir y patalear. Ahora bien, creo que en lugar de perder el tiempo rebelándonos frente a la recesión cósmica y universal — terca deriva que todo arrastra hacia límites infinitos en la distancia — quizás podamos hacer algo más inteligente; quizás lo suyo sea optar por intentar aprovechar al máximo la ingente radiación de las estrellas próximas que nos iluminan en nuestra exigua parcela del espacio-tiempo.
Si bien la intensidad de la preciosa luz que desprenden disminuye siempre con el cuadrado de la distancia, una atenta percepción de las cosas, una actitud alerta para aprovechar al máximo hasta el último — y preciado — cuanto de energía positiva, debería sernos suficiente para soportar el frío vacío interestelar, al menos, hasta que el curso de los acontecimientos determine una inversión en el factor de escala y converjamos de nuevo hacia el centro del espacio y el tiempo en el que todo fue inaugurado.
Disfrutemos, pues, de la luz cercana.