De camino al súper

Para ir a la tienda tenemos dos opciones. La carretera de asfalto con farolas por un lado y el viejo camino que unía los dispersos núcleos de población por otro. Elegimos la opción auténtica.

La vereda parte de un lavadero antiguo y discurre en paralelo a un muro de piedra protegido por una hilera de chopos. Pedro camina y me habla de sus cosas. Ahora está centrado en la Luna que hemos visto asomarse sobre el Puntal del Carreño.

Mientras escucho sus teorías – muy interesantes para un niño de cinco años – procuro pisar firme entre la hierba y las enormes lanchas de roca que pavimentan el camino. En los márgenes el cereal ya está plantado y dispuesto a repuntar.

Siento una paz primitiva mientras el horizonte vira al color cárdeno justo en la raya donde se dibujan los Villafuertes. En mi espalda rebota la mochila de tela donde alojaré la compra. La vuelta la haremos por el mismo camino.

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