Soluciones maximales vs soluciones humanas

El positivismo, es decir, la confianza y fe ciega en las virtudes de la técnica y la ciencia nos están abocando inexorablemente hacia un estilo, una forma única de afrontar los problemas complejos que nos acosan a diario. Esta manera de abordar los desafíos se basa principalmente en atacar las consecuencias vía tecnología—inversión–gasto público. Algunos ejemplos concretos que ilustran esta afirmación podrían ser:

  1. gestión de aguas residuales : se tiende siempre hacia procesos de depuración finalistas sin promover la depuración en origen y las correctas prácticas en hogares, industrias y agricultura;
  2. limpieza urbana : utilización de maquinaria cada vez más compleja, costosa y dura para resolver lo que suele ser un simple problema de educación;
  3. seguridad alimentaria : costosa alimentación y posterior eliminación y/o recogida de residuos en lugar de incentivar una correcta ingesta de alimentos para los animales que comemos;
  4. climatización : construcción de edificios sin racionalidad, con materiales inadecuados y sin ventilación natural que obligan a un gasto energético oneroso a través de potentes maquinarias de aire acondicionado;
  5. explotación de recursos naturales en general : incremento constante de la oferta en lugar de gestionar la demanda, ordenar los consumos, priorizar los abastecimientos clave. Se intenta solventar la escasez siempre por la única vía de ofertar más, cuando quizás lo correcto sea demandar menos.

En fin, la lista de ejemplos podría ser todavía mucho más extensa, pero pienso que es suficiente para reflejar un pensamiento generalizado que se está convirtiendo en algo muy peligroso y que se puede resumir como: no importa lo que hagamos, la técnica lo solucionará.

En este sentido, quizás sería mucho más razonable comenzar atendiendo a las raíces, a las causas que provocan algunos de los muchos males que padecemos. Esencialmente, se trata de cambiar un paradigma de máximos grueso, duro, técnico y expeditivo que está imperando desde finales del siglo XIX — y que todavía pervive en los incios del XXI — por otro nuevo paradigma de mínimos, más fino, flexible, particular y humano. En otras palabras, debemos re-escalar nuestras estrategias y adaptarlas a cada problema: no todo debe resolverse a golpe de tecnología e inversión, aunque esto añada más ceros en el PIB. Posiblemente tengamos más per cápita, pero es muy probable que seamos menos.

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